Estaba enferma y mi mejor amigo, con una sonrisa pícara, me dijo que tenía el remedio perfecto. Según él, un estudio “científico” decía que chupar su pene me ayudaría a recuperarme. Entre risas y miradas llenas de tensión, terminé arrodillándome, sintiendo su dureza en mi boca. Lo que comenzó como un juego se convirtió en una explosión de placer. Su respiración se aceleró, mis gemidos lo encendieron aún más y, antes de darnos cuenta, ya estábamos follando sin control.